Pensado para sustituir al Puente Pénsil (del cual aún se conservan sus pilares y las casetas de los vigilantes), se inaugura en 1886 tras una construcción que duro cinco años.
Su proyecto es atribuido al ingeniero belga Théophile Seyrig quien años antes trabajó con Gustave Eiffel en la compañía francesa “Eiffel et Cie” y quizás por ello, en base a su diseño que nos recuerda a la Torre parisina, uno puede pensar que esta obra también pertenece al ingeniero francés, pero no.
El tablero superior, de 392 m de largo y cota de 64 m, permite que el metro de esta ciudad cruce el río, mientras el tablero inferior, de 174 m de longitud y cota de 10 m, está destinado al pasaje de los otros vehículos, contando ambos con sendas peatonales.
Sin embargo lo más característico y llamativo de este puente lo constituye ese gran arco metálico de 172 m de luz que une ambos tableros.
Existiendo varios puentes que unen las márgenes del Duero, éste continúa siendo el más famoso y su filigrana de hierro sigue atrayendo nuestra mirada cada vez que visitamos esta ciudad.
